sábado, 9 de marzo de 2013

Tranqueras: "tolerancia cero"


La ley del Norte

Muchas cosas extrañas en Tranqueras, departamento de Rivera. 

EN TRANQUERAS 



Las gotas resbalan por la frente del comisario Gésner Gómez. Se quita la gorra, se seca el sudor con la mano y se pone un rato debajo de unos árboles. Son casi las cinco de la tarde, hay unos 30 grados de temperatura pero al sol parecen bastante más. Estamos en medio de una nube de tierra con decenas de vacas que corren espantadas de un lado para el otro dentro del corral y mugen como con desesperación: piensan que van al matadero, se ve.



Pero no. Resulta que un productor rural denunció que le faltan seis animales. Gómez, el comisario que desde el 7 de diciembre ha revolucionado Tranqueras, se subió a la camioneta policial y vino hasta este campo en la zona de Buena Unión, a unos 20 minutos de la ciudad. Gómez está acá para contar vacas. Hace tres horas que está contando vacas. Quiere saber si la denuncia de abigeato es real o si el gaucho se hizo el vivo.



-Montero, estas son las siete últimas que eu conté -le dirá más tarde a su fiel acompañante Néstor Montero, una especie de doctor Watson de la frontera, que lo sigue a todos lados. Literalmente.



Lo que Gómez hace en este campo es lo que hace siempre: ser el protagonista de cualquier operativo. Porque -así como viene a investigar una denuncia de abigeato y, si es necesario, se sube a un caballo y se mete campo adentro- Gómez organiza el tránsito cuando hay una carrera en Tranqueras. También va a la plaza del pueblo y le saca la cerveza, el vino o la caña a menores que toman a cualquier hora. Y los manda a su casa si están haciendo mucho lío. Permite tomar alcohol solo en lugares habilitados (un banco en la plaza o la vereda no lo son), controla la venta luego de medianoche y cierra un tablado si se extiende después de hora. Y, si agarra a un muchacho con porro, lo lleva a la comisaría, llama al padre y le pregunta a quién le compró.



Todo eso hace Gómez.



Dice que ya ha cerrado cuatro bocas de venta de droga desde que está en su cargo hace tres meses (la última vez esta semana, cuando fue procesada con prisión una persona que cosechaba y vendía marihuana). Gómez ha detenido a unas 70 personas, de las cuales 22 fueron procesadas por venta de estupefacientes, violación de menores, violencia doméstica y hurtos, entre otros delitos.



Su estilo marca un antes y un después en Tranqueras. Tanto que en la FM local los oyentes lo eligieron por abrumadora mayoría como personaje del año en la encuesta que se hace cada 31 de diciembre. Y eso fue cuando este policía oriundo de la ciudad de Rivera llevaba unos 20 días en el cargo. Más allá de lo folclórico, que un comisario reciba elogios de la mayoría de los vecinos sí que es una novedad. Que se hable bien de un policía es noticia, sea en Tranqueras o en cualquier lugar. Pero, también es verdad, la ciudad riverense está dividida y, aunque son menos, hay quienes dicen que Gómez se ha pasado de la raya. Tanto que ha recibido un par de quejas en el 0800 5000, la línea del Ministerio del Interior para denuncias anónimas contra policías (ver recuadro).



DÍA UNO, SEIS DE LA TARDE. Mi encuentro con Gésner Gómez -de 45 años, hijo de un policía, con hermanos e hijos policías- empieza casi 24 horas antes de la agitada tarde de campo entre vacas, vaquillonas y algún toro. Vine a Tranqueras a conocer al comisario que, me habían dicho, le manda cortar el pelo a la muchachada y los corre para su casa cuando ya no es hora de hacer ruido.



A esta hora Gómez está en su despacho con el productor rural que denunció que le faltan seis vacas y con su vecino, el que en teoría se las robó. El comisario despide a los productores y lo primero que dice es que no quiere fotos. Pero luego se distiende (lo de las fotos sería parte de una ardua negociación que incluyó una llamada a su superior) y empieza a aparecer una sonrisa pícara en su rostro.



El cuadro de José Artigas está atrás de su escritorio, como corresponde. En otra pared cuelga el mapa de Rivera y, en una esquina, hay un plumero y cinco gorros. De pelo bien corto y con la ropa siempre impecable, Gómez habla con un acento apenas abrasilerado, salvo cuando se dirige a un subalterno y su acento se transforma en un portuñol bien de frontera.



Parte del secreto del éxito es que el comisario no es de aquí, es de la capital del departamento. Por eso, no tiene compromisos, a diferencia de la mayoría de los 29 policías destinados a la zona, que sí son de Tranqueras. Para ellos es más difícil presionar a un vecino. Aunque tiene fama de hombre duro, en confianza el comisario hace chistes y se muestra alegre. A veces hasta se pone sensible: Gómez lagrimea cuando recuerda lo de la encuesta radial. "Ese día me ericé todito", dice, y cuenta que si antes trabajaba ocho horas, ahora trabaja 12. "Yo me debo a la gente", me había dicho por teléfono cuando lo llame unos días antes desde Montevideo. También, que él no es "el súper policía" sino que hace "un sacrificio de la masita".



-¿Es verdad que le manda cortar el pelo a los jóvenes?



-No, no, no... -responde y los ojos otra vez se le llenan de lágrimas, la voz se le entrecorta-. ¿Arriesgaría mis años de servicio y mi trayectoria haciendo cuestiones que sé que no corresponden? Eso es falso, es descabellado.



Montero, el número dos de la comisaría, se sienta en un sillón, prepara un mate y escucha al jefe, quien dice que los principales problemas de Tranqueras eran el alcohol, las drogas y la circulación vial (en las motos casi nadie usaba casco, por ejemplo).



Pero lo del alcohol es casi una cruzada personal. Luciana, una adolescente que está con su bici frente a un quiosco, dice que ella misma ha visto cómo el comisario llega después de las 12 de la noche a la plaza y "tira la cerveza" que tiene alguna gente. Que disuelve reuniones. La quiosquera interviene y agrega que eso solo ha pasado con menores, que a los mayores los deja tomar tranquilos.



En su despacho, el comisario argumenta que las cosas no son como algunos cuentan. Que los operativos suele hacerlos luego de la medianoche y, si encuentra menores tomando, los lleva a la comisaría y le hace sabe al padre que su hijo "está en un lugar público ingiriendo bebidas alcohólicas". Si es mayor de edad, lo deja libre, siempre y cuando no haya alterado el orden. Eso sí, Gómez admite que un par de veces vio muchachos tomando cerveza de la botella y que la tiraron cuando él pasó. El comisario les preguntó si "eso es suyo", respondieron que no, por lo que él llevó la botella hasta el cesto de la basura.



El 30 de diciembre a las 3 de la mañana, por ejemplo, le requisó un casillero con 24 botellas de cerveza a unos jóvenes. Estaban tomando en la plaza. Y hace unos días, el 27 de febrero, Gómez hacía la recorrida nocturna y vio en un banco de la plaza a dos muchachos, uno de 23 y otro de 14 años, "empinando la botella". Al de 14 se lo llevó a la comisaría.



El comisario también cuenta que, cuando llegó a Tranqueras, había "vendedores ambulantes" de droga en la plaza y en la vieja estación de trenes. Su estrategia consiste en abordar a los compradores y preguntar de dónde sacaron la droga, principalmente marihuana.



-Sos menor. ¿Tu padre sabe que consumís? -les pregunta.



-No -suelen responder.



-Me vas a tener que acompañar.



A eso de las siete de la tarde Gómez camina al club Uruguay Artigas, donde está reunida la mesa local de convivencia y seguridad ciudadana. Mientras, cuenta que hay un porcentaje nada despreciable de jóvenes de Tranqueras que está en la droga. "Metidos en la droga, droga, ¿eh?", insiste. El comisario saluda uno a uno a la veintena de integrantes de la mesa: a las mujeres con un beso, a los hombres con la mano. El alcalde Milton Gómez toma la palabra y reconoce "la eficiente labor del comisario", que le ha dado "tranquilidad a Tranqueras y seguridad a los trabajadores".



A unas cuadras de allí, el juez Gerardo Villalba admite en su despacho que desde el principio tuvo sintonía con Gómez, a quien considera un hábil trabajador que cuando tiene que proceder, procede. "El problema es que acá no estaban acostumbrados a eso", dice el juez, de voz cascada y pelo algo desaliñado.



Villalba piensa que la droga no es un problema fuerte en Tranqueras, pero sí el alcohol, asociado a la violencia doméstica y problemas de vecindad. "La caña blanca les da vuelta el coco", resume. Cuando llegó a Tranqueras a mediados de 2012 tenía un caso de violencia doméstica casi cada día (generalmente de hombres a mujeres, a veces también al revés) pero ahora ha bajado un poco.



Después de hablar con unos cuantos vecinos y referentes locales, el discurso se empieza a repetir: que hasta fines de 2012 Tranqueras era "tierra de nadie", que era "un Carnaval". Que casi todos los comercios habían sido robados alguna vez. Que el quiosco de la plaza, a una cuadra de la comisaría, fue vaciado completamente una noche. No quedó ni un chocolate. Ahora, dicen, la cosa es distinta, las familias pueden pasear. Dicen, también, que algo así como menos del 10% de los tranquerenses está en contra de Gómez y son, sobre todo, quienes tienen intereses económicos vinculados a la venta de alcohol y drogas. Que inventan y exageran para perjudicar su imagen. Así lo resume el farmacéutico Ruben Olivera, que preside la comisión de apoyo a la comisaría: "Esa gente buscó la forma de perjudicarlo y lo han denunciado al Ministerio, sin razón... Pero él está bien respaldado por el jefe de Policía y por la gente bien de acá".



DÍA UNO, DIEZ DE LA NOCHE. El comisario invita a cenar a un trailer (lo que para el resto de los uruguayos es un carrito): hamburguesas completas, de esas que tienen hasta choclo y arvejas. Vestidos de civil, Gómez y Montero llegan a la plaza y se sientan en un carrito. Un grupo de seis o siete muchachos está sentado en una mesa ahí cerca y el aire se pone espeso.



El comisario está en su hora de descanso, pero igual trabaja. "Montero, esa camioneta no es de acá", le dice a su acompañante, y señala un vehículo estacionado a media cuadra. Un coche policial patrulla y pasa por la plaza cada cinco minutos. Al rato Gómez y Montero vuelven a la comisaría, que tiene esa iluminación blanca típica de los tubos luz.



A veces el comisario se va a dormir a a su casa en Rivera. Hoy no. Se quedará en el único cuarto con baño privado (y ducha con Rialco) que comparte con Montero. Una vez por semana viaja a Montevideo, donde dicta clases en la Escuela Nacional de Policía.



En el trailer "La Familia", ahí en la plaza, un muchacho está sentado sobre varias sillas blancas de plástico y le da pequeños sorbos a su vaso de cerveza. Dice que a veces hay "abuso de autoridad" de la Policía. "Al que trabaja, que lo dejen tomar", reclama, "y los menores sí, que marchen presos". Alba Godoy, una ama de casa de 58 años, coincide en lo del abuso de poder y dice que no estamos en dictadura, que el comisario no le puede decir a la gente "tienen dos minutos para retirarse de la plaza". Pero la encargada del negocio sale en defensa de Gómez: desde que está él no ha habido más robos, dice. Eso no es tan así. Las estadísticas oficiales indican que en enero hubo tres robos en Tranqueras y en diciembre cuatro. En octubre y noviembre había habido siete hurtos cada mes.



DÍA DOS, OCHO DE LA MAÑANA. Hace un rato que Gómez y Montero están en pie. Y tienen el parte de la noche anterior: solo un incidente con un hombre que, borracho, fue a la casa de su exmujer y la agredió verbalmente. Ahora está en el calabozo esperando al juez.



Tranqueras tiene ese ritmo lento típico de las ciudades chicas del interior y más a esta hora. Afuera pasan pocos autos. Más bien se ve gente caminando, en bici o en moto. Y algún que otro carro de caballo. Muchas calles son de tierra. La 18 de Julio es la avenida principal y de las pocas asfaltadas. Allí está la comisaría y casi todos los comercios. La General Artigas también es asfaltada y ahí está la FM de Tranqueras, la 107.3. Uno de los conductores de la mañana, Alexis Reyes, cuenta una anécdota que lo pinta bien al comisario y que muestra que no es una persona de delegar responsabilidades. Hace poco hubo una correcaminata "7K" en el pueblo y Reyes estaba en la organización. Cuando faltaban 10 minutos para el comienzo pasó un policía en moto cortando el tránsito. Reyes se le acercó y vio que el de la moto era el mismísimo Gómez.



-Pero comisario… ¿Qué hace acá?- le preguntó.



-¡Hay que estar, hay que estar!- respondió Gómez.



A media cuadra de la radio está la iglesia de Tranqueras, que tiene el mismo cura desde hace 52 años: Juan Gorostidi. Hablar de él y de su estilo también es hablar de Tranqueras. Cuentan que Gorostidi no deja entrar a las mujeres a misa de pantalón ni de pollera corta y que tranca las puertas una vez que empieza la ceremonia. Eso generó un gran lío hace ya unos años, cuando un fiel llegó tarde y empezó a golpear la puerta de la iglesia para entrar. No pudo y, enojado, mandó construir otra iglesia.



Gorostidi hoy está en silla de ruedas y dice que está más cerca de los 90 que de los 80 años de edad. No sale de su casa, pero igual celebra que haya alguien que se anime a aplicar las leyes. "Eso lo digo por lo que me cuentan", aclara después. La que sí sabe es la dueña del tradicional bar Don Emilio, que está en la esquina de la plaza y tiene 100 años de historia. Mientras dos parroquianos toman whisky, Stella Maris Irisaga sale de la cocina y dice que el comisario "metió para adentro al bandidaje" y que "la gurisada drogada" ya no molesta.



Es media mañana y en la comisaría están preparando un guiso de fideos y carne. En la entrada del edificio está encendido un ventilador sin la carcaza de protección, con las aspas al aire, lo que lo convierte en un arma potencialmente peligrosa. La comisaría tiene un patio interior con un busto de Artigas en el medio. Hay que pasar por allí para ir al calabozo, al comedor y a la cocina. En la vuelta está Blanco, un pequeño gato al que siempre echan y siempre vuelve.



Todos se sientan a comer y el agente López es casi el único que repite. Come dos abundantes platos. "¿Querés otro plato más, López?", le pregunta, sonriente, el comisario. López, de bigote fino y abdomen prominente, festeja la chanza.



LA LEY DEL NORTE 
El comisario revolucionó Tranqueras.  
Lo eligieron el personaje del año
DÍA DOS, UNA DE LA TARDE. La camioneta policial va a los saltos por un camino de piedra entre campos forestados y sierras. Maneja el comisario y adentro lo acompañan Montero y López. Van rumbo al campo del productor rural. Cuatro horas más tarde, los policías le informan al productor que las cuentas dicen que faltan dos vacas y no seis.



-Puede ser que en uno o dos tengas razón -le dice el comisario- Pero ya seis bichos no...



-Me faltan vacas, me faltan unas vacas buenazas -protesta el gaucho, de hablar atravesado, lentes, gorra y un arma en la cintura.



El productor reclama que se vuelva a contar todo su ganado, pero Gómez da por terminado el tema: "Para mí esto ya está contado, che". Al regreso, el comisario se saca las botas y deja el cinturón sobre su escritorio. Se sienta y sonríe satisfecho. Pero luego cuenta que a veces tiene ganas de dejar todo, que es mucha responsabilidad y que se queda por toda la gente de Tranqueras que quiere el bien. "Lástima las dos manzanas podridas, que quieren pudrir todo", dice después.



Y no lo dice porque sí. Ya hace algunas semanas se empezó a correr el rumor de que a Gómez le queda poco tiempo en Tranqueras. Algunos dicen, incluso, que el comisario sería enviado a Vichadero, al este del departamento, donde hoy existe una situación de mayor inseguridad y robos. Ahí, dicen, se lo precisa más. En Tranqueras ya ha dejado su sello.



7
robos hubo entre diciembre y enero en Tranqueras. En octubre y noviembre fueron siete por mes.



0
denuncias de abigeato hubo en diciembre y enero, contra 11 denuncias durante todo el año pasado.



SANDÍAS, ÁRBOLES Y TRAILERS
Cuando el ómnibus deja la ruta 5 y toma la 30, esa que va hasta Artigas, el paisaje característico de cerros de esta zona del país empieza a cambiar porque -de un lado y otro del camino- también se ven árboles y más arboles. Ahí enseguida aparece Tranqueras, que desde hace ya unos años vive gracias a la forestación. Eso ha traído mucha gente nueva al pueblo, todos lo dicen. Y ha movido al comercio y la economía local.



De hecho, la población casi se duplicó desde 1985, cuando había 4.469 personas en la segunda ciudad riverense. Hoy, según el último censo, hay 7.235 tranquerenses. En 1996 eran 5.792 habitantes. Y, si se cuentan los alrededores, la cifra se acercaría a las 10.000 personas.



Tranqueras es, además, la ciudad de la sandía: buena parte de la producción nacional es de esta zona. Por eso, cada febrero se realiza la tradicional "Fiesta de la Sandía y de la Forestación", que junta las dos cosas más típicas de este pueblo norteño.



Pero Tranqueras parece ser, también, la ciudad de los trailers, como le llaman a los carritos y pequeños puestos de hamburguesas y panchos.





DOS VISIONES
EDIL COLORADO
Mano dura
Larry Martínez, edil del Proba, dice que una traba para que el comisario pueda ejercer autoridad es la idiosincracia de pueblo chico: "Muchos quieren que él ponga mano dura siempre que no le toquen el negocio". Martínez dice que, aunque los extremos son malos, es necesaria la mano dura. "Si me das a elegir", admite, "prefiero que se pase un poquito en la mano dura y no el relajo de antes". Dice, por ejemplo, que en la esquina de su casa siempre había grupos de muchachos hasta tarde "fumando y tomando". Eso ya no pasa.



EDIL DEL MPP
Mudanza
Rosales do Prado es edil del MPP por Tranqueras y dueño de Casa Prado, un almacén del pueblo. Piensa unos segundos y responde: "Que esto ha cambiado, ha cambiado". Antes de que llegara el comisario -dice Do Prado, parado en la vereda de su comercio- había "libertinaje en la gurisada", que estaba hasta tarde en las esquinas. Pero después matiza: esos mismos muchachos que ahora no están tomando alcohol y haciendo ruido hasta cualquier hora en el centro, hacen lo mismo en los barrios periféricos del pueblo.



DENUNCIA Y DEFENSA DEL ALCALDE
La noche del tablado
Fue, quizás, el episodio más tenso desde que asumió el comisario Gésner Gómez. Entre el 10 y el 16 de febrero la agrupación tradicionalista Los Andariegos organizó un tablado en la avenida principal de Tranqueras. Una de esas noches actuaba un grupo de cumbia de Rivera y un rato después de la una de la mañana la fiesta seguía para rato. Por eso, Gómez decidió intervenir. La versión que da uno de los organizadores del festejo, quien pide no ser identificado, es que el comisario llegó "con escopetas y balas de goma" y amenazó con llevar preso a uno de los responsables del tablado, porque había menores tomando alcohol. Los organizadores argumentan que ellos no vendían alcohol a menores, sino otros comercios. "A los del grupo musical también se los llevó a la comisaría y le faltaron el respeto a un montón de gente", dice el denunciante.



El comisario, en cambio, dice que en el tablado se vendía alcohol cuando no tenían habilitación para ello. Y que, además, se había cortado la avenida de acceso a la ciudad, por donde entran los ómnibus. "Fui con dos policías y pedí que se dispersaran, lógicamente que la gente se molestó", cuenta Gómez. Y dice que también reclamó que la fiesta se terminara a la 1 de la mañana, pero igual se extendió media hora más. Gómez cuenta, igual, que él no le metió "el gaucho a nadie" porque eran tres policías contra 300 personas eufóricas. Tras ese episodio, el comisario recibió un par de acusaciones anónimas en el 0800 que el Ministerio del Interior tiene para denuncias de malas prácticas policiales.



Ante estas críticas, el alcalde de Tranqueras, Milton Gómez, responde que "los compatriotas a veces nos detenemos mucho en los derechos humanos y nos olvidamos de los deberes". Después del incidente del tablado, el alcalde le envió un memorando al intendente de Rivera, Marne Osorio, transmitiéndole que el comisario "ha demostrado niveles de eficacia y eficiencia que hacen notoria una situación en cuanto a seguridad y prevención del delito". La nota sugiere que se dé cuenta del informe al jefe de policía.

http://www.elpais.com.uy/suplemento/quepasa/la-ley-del-norte/quepasa_700819_130309.html

1 comentario:

  1. . COMO DESARROLLAR INTELIGENCIA ESPIRITUAL
    EN LA CONDUCCION DIARIA

    Cada señalización luminosa es un acto de conciencia

    Ejemplo:

    Ceder el paso a un peatón.

    Ceder el paso a un vehículo en su incorporación.

    Poner un intermitente

    Cada vez que cedes el paso a un peatón

    o persona en la conducción estas haciendo un acto de conciencia.


    Imagina los que te pierdes en cada trayecto del día.


    Trabaja tu inteligencia para desarrollar conciencia.


    Atentamente:
    Joaquin Gorreta 55 años

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